martes, 13 de octubre de 2009

La grúa

Este fue el primer relato que escribí hace ya bastantes años, la verdad he perdido la cuenta. Curiosamente, al igual que el relato de "El águila", está también inspirado en un sueño que tuve. Espero que os guste.

En el silencio de la noche sólo se oían los pasos de aquel hombre. Ni perros aullando, ni sirenas, ni tan siquiera se podía oír el ruido que hacían varias ratas mientras roían un trozo de carne podrida. Nada.

Mientras paseaba, cerca de la esquina, en un edificio en construcción, se encontraba la grúa que había sido montada hacía dos meses y que llegaba hasta el piso numero doce. Justo en ese piso, se encontraba un trabajador que intentaba ganar algo más de dinero haciendo unas cuantas horas extras.

De pronto, el silencio de la noche se vio roto por un ruido extraño. El trabajador observaba como la cuerda que sujetaba el gancho de la grúa se estaba rompiendo lentamente. Un gancho que, desde la altura que se encontraba, podría matar a alguien que pasara por debajo. Inmediatamente miró hacia abajo y vio como aquel hombre, que paseaba tranquilamente, se acercaba hacia la vertical del gancho.

El trabajador se puso su cinturón de seguridad y caminó por el brazo de la grúa. Luego se dejó caer para poder estar más cerca del gancho y justo cuando la cuerda terminaba de romperse, él cogía el extremo que sujetaba el pesado gancho.

Aquel hombre que paseaba tranquilamente por la calle no se daba cuenta de todo esto, como tampoco se daba cuenta de que, momentos antes de que pasara por debajo de la grúa, el trabajador dejaba caer el gancho.

Otro ruido quebraba el silencio de la noche. Era un ruido de muerte. El hombre yacía en el suelo con el gancho incrustado en la cabeza. Las ratas habían dejado el trozo de carne podrida que estaban royendo, habían encontrado una más fresca. Mientras, el trabajador ya se encontraba a salvo junto al cuerpo de la grúa. Con una sonrisa en los labios, sacaba de su bolsillo un destornillador e hizo una nueva marca en la grúa y se quedó pensando, en el silencio de la noche, dónde podría poner la próxima muesca mientras observaba todas las señales que llenaban, casi por completo, la parte superior de la grúa.

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