Una mirada a través de la ventana, unos ojos que observan la lluvia caer y resbalar por el cristal, un pensamiento que deja caer una lagrima.
Todo había sido una ilusión, sus sueños, sus esperanzas, todo se perdía en la distancia del olvido. Como último recuerdo quedaba un papel, una carta que reposaba dormida encima de la mesa de caoba que la vio nacer, donde pasó de ser una hoja en blanco a un manuscrito donde su vida y su muerte quedaban plasmadas en un sin sentido.
En la calle la muchedumbre paseaba sin rumbo igual que sus ideas. Todo parecía un caos organizado, no sabía por qué pero sabía que su vida había dejado de existir en el momento en que la carta fue escrita.
La vida y el destino fueron quienes le llevaron a conocer un día de mayo a la persona con la que pensaba podría compartirlo el todo. Sólo sabía que su sola presencia le trastornaba el sentido y el alma, que su existencia ya no volvería a ser la misma.
La lágrima se convirtió en un llorar profundo y ahogado que desgarraban sus entrañas. No podía dejar de mirar la calle. Abrió la ventana, se disponía a cometer la mayor locura de su vida, una locura liberadora que duraría un instante y que le libraría por fin de todo su sufrimiento.
Una ráfaga de aire hizo que la carta saliera volando y que atravesara la ventana rumbo a la calle. El mismo destino que le esperaba a toda una vida de amargura.
El papel mojado cayó a los pies de alguien que deambulaba por la calle sin sentido. Lo recogió como quien recoge un bebe de la cuna al nacer, lo leyó y miró hacia arriba. Hacia la ventana.
Dos miradas cruzadas en el espacio, dos sonrisas y una lágrima de emoción callada. Un papel arrugado que vuela y que es arrojado al espacio donde un mendigo lo recoge con sus rudas manos y donde se puede leer: "Te amo".
Hasta siempre... quizá.
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Por unos u otros motivos cambiamos de vida y de costumbres, en este caso
hace ya tiempo que mi pluma se quedó olvidada en algún cajón.
Quizá un nuevo mundo ...
Hace 12 años
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