martes, 25 de octubre de 2011

Krayten Cross I

Amanecía cuando la anciana comadrona salió de la pequeña cabaña de pescadores, tenía las manos manchadas de sangre pero en su rostro se dibujaba una sonrisa, un rostro que pese a las pronunciadas arrugas desprendía felicidad. Nada más salir, un hombre de piel morena curtido por el trabajo en la mar se abalanzó sobre ella, y aferrándola de los brazos con angustia y firmeza, la miró a los ojos fijamente.