- Demoniossss, otra noche de lluvia, ssssin un lugar donde cobijarme, tendré que apañármelassss como pueda. Juhmmm, quizásssss aquel buen ssssseñor... ¡Oiga buen ssssseñor, disssssculpe!
El vagabundo sólo obtuvo por respuesta un grito de terror, de pánico, y vio al hombre que se alejaba como alma que lleva el diablo hacia una casucha de madera desvencijada. Con una capucha de gris raído que caía sobre su rostro, la delgada figura se mantenía impasible bajo el aguacero contemplando con cara de pasmado como prácticamente aquel campesino le había dado con las puertas en las narices.
- Juhm, tendré que hacer algo con mi asssspecto, no puedo ir caussssando esssste tipo de impresssión con mi assspecto y con mi habla, no sssse porque tengo essste maldito arrasssstre con lassss esessss, juraría que antessss no hablaba assssí. Bueno, da igual, tengo que sssseguir o se me pudrirán lossss huesossss con essssta lluvia.
Sin mirar atrás, y con paso lento, el vagabundo prosiguió su camino bajo un aguacero que no tenía pinta de amainar en las próximas horas. Le esperaba una noche larga, húmeda, desagradable y encima el hambre comenzaba a hacer mella en su esquelético cuerpo, no le acompañaba la suerte. Fue entonces, cuando ya pensaba que iba a morir tirado en una zanja del camino cuando su destino dio un giro que le marcaría para el resto de sus días. A pocos metros de donde se encontraba, en un claro al lado del camino, había lo que parecía una pequeña tienda de campaña improvisada con hojas y ramas. El vagabundo se acercó y con voz temblorosa se dirigió a la criatura que pudiera morar en el interior de aquel lugar.
- Hola, ¿hay alguien?
Desde el interior se oyó un vozarrón que le contestaba de manera bastante amigable.
- ¡JA! ¡Claro que hay alguien! Anda, pasa o te pondrás hasta... - El tipo que estaba en el interior de la pequeña tienda no pudo terminar la frase al ver al individuo que acababa de entrar por la pequeña puerta - ¿PERO QUÉ...? - En un acto reflejo agarró un tronco que se encontraba cerca y lo blandió de manera hostil delante de la cara de su inesperado huesped.
- Tranquilo, no ssssoy enemigo... ssssólo quiero cobijo. - Fue la respuesta del vagabundo.
- Compadre, cualquiera lo diría, menudas pintas... bueno, que no se diga que no doy cobijo a un necesitado en una noche como esta, adelante, ponte cómodo - fueron las palabras del amable anfitrión que pese a todo, aún miraba desconfiado a su inquilino. - Soy Cross, Capitán Krayten Cross - Fue la corta presentación del capitán, un hombre joven de piel morena y curtida, cabello negro recogido bajo una bandana de color rojizo y ojos grises. Era un tipo grande, enorme a decir verdad, aunque en la posición en la que estaban dentro de aquel pequeño recinto no permitiera saber cuando podía medir, su invitado calculaba que del metro noventa no bajaba.
- Yo, yo ssssoy... no... no lo recuerdo. - Fue la respuesta de la delgada figura.
El capitán hizo un gesto con la mano quitándole importancia - ¡JA! - con cada uno de sus "jas" parecía que retumbaba el suelo en el que estaban - Será por nombres, mira mi querido amigo huesudo, quédate aquí esta noche y descansa, mañana lo verás todo más claro y seguro que te viene algún nombre a la cabeza.
Y así, mientras el grandullón hablaba y comía unos enormes trozos de cecina, la noche avanzaba algo más apacible para ambos. El vagabundo lo observaba sin decir demasiado, una pregunta le rondaba la cabeza y no podía quitársela de encima, no podría descansar hasta poder responderla ¿cuál era su nombre?.
Hasta siempre... quizá.
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Por unos u otros motivos cambiamos de vida y de costumbres, en este caso
hace ya tiempo que mi pluma se quedó olvidada en algún cajón.
Quizá un nuevo mundo ...
Hace 12 años
1 comentario:
Mmmm... ¡Cuánto me alegra que ataques ese hueso! :)
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