martes, 17 de noviembre de 2009

Baazel I

Escribo esta, mi historia, como mudo testigo de los hechos que han acaecido a lo largo de mi existencia. Pues ahora soy mortal, y la mortalidad, la existencia esencial de cualquier ser es finita, o al menos, así debería de ser. Mi nombre es Baazel Yamaniel, y al escribir mi verdadero nombre doy poder a aquellos que puedan leer estos escritos.


Mi historia comenzó hace mucho tiempo, en los confines olvidados del pasado, pues soy, o fui, una criatura de los abismo de la sombra, un ser de la oscuridad que mancillaba todo aquello que le rodeaba, hijo del Rey Sombra, y heredero de su poder. Si estáis leyendo estas líneas, estaréis pensando que se trata de la imaginación de la perturbada mente de un enajenado. Podéis creer lo que queráis, eso no cambiará mi pasado, ni tampoco mi presente y futuro.

Para que podáis entender mi historia desde un principio, he de hablaros de Padre. Su poder era comparable al de los antiguos dioses. Una figura oscura, sin forma, una masa negra de odio, caos y destrucción en la que sólo se vislumbraban dos franjas amarillentas, sus ojos, y una boca que únicamente se podía apreciar cuando la abría para alimentarse. Más alto que las montañas del norte, su presencia podía hacer que los mortales cayeran fulminados ante él por culpa del miedo más terrible que jamás se haya conocido. Sólo deseaba alimentarse, y cuantas más almas, más poder acumulaba.

En cuanto a mi, disfrutaba de mi esencia, alimentarme de almas mortales me llenaba y me colmaba, me saciaba y me daba fuerzas, pero por otra parte, esos seres a los que succionaba su néctar vital me atraían, me producían curiosidad, y eso fue el principio de todo. Como en toda relación padre e hijo surgieron disputas, la naturaleza dominante en nuestro ser por hacernos con el poder del padre se manifestaba. Pero yo necesitaba, ansiaba conocer más sobre la naturaleza de aquellas criaturas que nos servían de sustento.

Fue entonces cuando decidí adaptar mi aspecto al de los mortales, pues mi esencia era tan negra y oscura como la del Rey Sombra. Pensé que al adoptar forma humana podría entenderles mejor, conocer el por qué de su existencia, pero estaba lejos de ver cumplido mi deseo. Mi nuevo aspecto me permitía mezclarme con ellos, siempre vestido con ropas de color rojo al igual que mi caballo, que resaltaba sobre mi blanquecina piel. Era más alto que el resto de los miembros de la raza elegida para mis juegos. Porque para mi, todo aquello era un juego, y disfrutaba de ello con los mortales. Por supuesto seguía alimentándome, pero algo cambió en mi interior, y ese algo hizo que comenzara a realizar tratos, o pactos. Me sentía como el gourmet que condimenta los platos para hacerlos más sabrosos, era agradable.

Pero Padre no vio con buenos ojos que mostrase tal interés por lo que el no consideraba más que esencias a devorar. Y la disputa fue a más. Mi poder no se podía comparar con el suyo y perdí. Tan terrible fue su ira, que maldijo mi existencia encerrándome en un pergamino que luego lanzó al plano de los mortales con el fin de que aquellas criaturas que habían sido mi alimento me encontrasen, y me destruyeran para siempre.

Porque yo era su hijo débil, una verguenza que debía ser eliminada.

2 comentarios:

Crowen dijo...

Genial que hayas empezado por Baazel!
Por favor, quiero mas!

:)

Percontator dijo...

Ejemmm... Totalmente de acuerdo con la pelirroja despampanante. :)

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