sábado, 8 de mayo de 2010

Valdor Skarth II

Era difícil expresar con palabras lo que la delgada figura sentía, todos los pensamientos que pasaban por su mente, pero estaba completamente seguro de que algo que no iba bien. En el interior de su organizada y estructurada red de ideas, recuerdos y emociones, seguía sin poder recordar nada de su pasado, ni su nombre, ni el hogar del que provenía, nada. Su cabeza era un hervidero, su cerebro trabajaba sin descanso recopilando y organizando toda la información de la que pudiera disponer hasta ese momento. Sabía que cualquier mínimo detalle era importante.


- Compadre, si sigues poniendo esa cara vas a lograr que tenga pesadillas, como si no tuviese bastante con la maldita lluvia.  Trata de descansar algo, presiento que mañana será un día largo, así que... ¡duerme! - increpó el capitán Cross entre gruñidos, a la vez que intentaba darse media vuelta en el interior del pequeño e improvisado habitáculo, con el fin de darle la espalda a su invitado, y poder dormir algo sin tener que ver el rostro de su camarada.

El vagabundo permanecía sentado, encogido, agarrándose con sus brazos ambas piernas. Con la mirada fija en algún punto del húmedo suelo que le separaba de su grandullón anfitrión. Intentaba concentrarse en un nombre, en algo que le recordara su pasado. Empezó a pasear por sus recuerdos como si de un viajero del tiempo se tratara. Podía recordar todo lo que había ocurrido días atrás, pero su mente sólo llegaba hasta aquel lugar sombrío y lúgubre en el que había despertado. Entonces, recordó que en su desesperado intento por salir de la oscuridad, había agarrado algo que había guardado en el interior de aquellos harapos que hacían las veces de atuendo. Rápidamente, introdujo su mano en el interior de la raída camisa, y de ella sacó un trozo de tela que le cabía perfectamente en la palma de la mano. Comenzó a examinarlo, parecían los restos de un viejo pañuelo de seda blanco. En una esquina, grabadas con fino hilo de plata, dos letras: V.S.

No sabía lo que significaban aquellas siglas, ni a quién pudo haber pertenecido aquel pequeño trozo de pañuelo. Jamás había visto aquel fragmento de seda, o al menos eso era lo que él creía, ya no estaba seguro de nada. En el preciso instante en el que un relámpago iluminaba los cielos, una extraña sensación recorrió todo su cuerpo. De forma casi inconsciente, sus labios pronunciaron dos palabras.

- Valdor Sssskarth. 

Y que fueron acompañadas por un gruñido y una rápida respuesta de su compañero de desdichas.

- Estupendo Valdor. Ahora que ya tienes nombre... ¡cierra tu maldita bocaza y déjame dormir en paz! ¡Y haz tú lo mismo!.

Valdor esbozó una sonrisa de medio lado, y sin decir nada más, permaneció observando la lluvia que caía en el exterior. Sentía un gran alivio, tenía una identidad propia, y estaba seguro de que pronto sabría más sobre su pasado. Trató de buscar una explicación al porqué de ese nombre que había dicho en voz alta, pero desistió cuando en el exterior amainaba ya bien entrada la madrugada, entre los ronquidos del capitán Cross. Habían pasado cuatro noches desde que despertó por última vez, y desde aquel entonces no había necesitado dormir. Era como si el sueño, al igual que sus recuerdos pasados, le hubiesen abandonado para no volver.

1 comentario:

Percontator dijo...

^-^ Encantada de haberte conocido, Valdor. :)

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