viernes, 3 de junio de 2011

Valdor Skarth VI - Höred

Antes de empezar con el relato, me gustaría dedicárselo a un rolero que nos ha dejado hace poquito.
Angelis, este relato es para ti. 
Hasta pronto, socio...

Muchas veces había pernoctado el Capitán Cross en la tranquila aldea de Höred. Ésta se encontraba entre Glorvan, también conocida como la Ciudad  Roja debido al característico color de los ladrillos con el que sus habitantes revestían sus viviendas, y el estrecho de Nüin, donde el Capitán había atracado su navío. La estratégica ubicación de Höred generaba un tráfico constante de viajeros, y gracias a ello la pequeña aldea subsistía con la venta de ganado, monturas y los más diversos artefactos de artesanía.

Pero desde el primer momento en el que vislumbró a lo lejos la pequeña aldea de Höred, el guerrero se percató de que algo no iba bien, y fue al llegar justo al borde del camino empedrado que daba entrada a la aldea, cuando sus sospechas se convirtieron en realidad. Aquel lugar parecía desierto, una densa polvareda lo cubría todo, no había ni rastro de viajeros, animales, ni de los habitantes de Höred. Krayten frunció el ceño preocupado, e instintivamente echó mano a la gran cimitarra que colgaba de su cinto.

Mientras tanto, Valdor había llegado a la cripta y de manera apresurada recogía cualquier pergamino y libro que pudiera acarrear en el interior de una improvisada saca que había podido fabricar con una buena parte de sus maltrechos ropajes. Lo tenía todo calculado, usaría sus ropas para llevar todo lo que pudiera, y cogería las ropas del desdichado que estuviera en el sarcófago para cubrir sus huesos. Aunque en todo ello había algo que le preocupaba, que el cadáver fuera de una dama.

Lo había recogido casi todo, cuando llegó el momento de vestirse adecuadamente, intentó abrir el sarcófago pero en un primer esfuerzo no pudo mover la losa que cubría al difunto.

- ¡Maldición! Essssto ssse debe abrir de alguna manera... Pienssssa Valdor, pienssssa.

En Höred, el Capitán se adentraba en la polvareda, con paso firme pero sin descuidar sus espaldas. Su vista no distinguía casi nada en medio de aquella polvareda, aunque de pronto pudo observar como delante de él, una sombra se acercaba.

- ¡ALTO! ¿Quién va? - preguntó el gigante al mismo tiempo que desenvainaba su espada.

La única respuesta que obtuvo el grandullón fue la de una pequeña mano que aparecía en medio de la nube de polvo. En ella pudo distinguir una especie de capucha con lentes. Krayten optó por coger el regalo que surgía de aquella polvareda y se la puso en la cabeza. Le quedaba algo pequeña, pero lograba respirar con total normalidad, y lo más importante podía ver en medio de aquel desastre. De pronto un pitido sonó en su oído, y después del molesto sonido una voz.

- ¡Hola hola! ¿Me escucha bien? espero que sí, esta tierra puede haber estropeado el modulador vocal pero...

- ¿Quién eres? - Interrumpió el Capitán.

- ¡Oh! cierto, cierto, disculpe, me llamo Friboc Olavent, de los Olavent y Olavent de toda la vida. - fue la contestación de la pequeña criatura.

- ¡Demonios Fri! ¿Qué haces aquí? - Por mucho que el capitán hubiese conocido al pequeño con el que hablaba, no podía imaginar que se tratara de un viejo amigo, porque aunque las lentes funcionaran muy bien, las ropas de Friboc le cubrían casi en su totalidad para protegerse de la infernal tormenta de polvo en la que se encontraban inmersos.

- ¡¡¡Capitán Cross!!! Me alegra verle aquí, la situación se ha puesto muy fea. La chica está vigilando el otro extremo de la aldea.

- ¿Chica? ¿Ella está aquí?

- Ahá, no pude convencerla para que se quedara en el barco, hemos debido de adelantarle durante la noche, no sé, esto es muy pero que muy raro. ¿Dónde está la gente? ¿Sabía que la polvareda sólo afecta a Höred?, no se sale de sus límites.

- Ahora lo sé, ¿y de los habitantes no hay rastro?

- Nada capitán, como si la tierra se los hubiera tragado.

- No descartes esa posibilidad.

- Capitán, ya me conoce, yo no descarto nada en absoluto. Ya hemos visto demasiadas cosas raras.

- Incluidos tus endemoniados inventos - masculló el capitán.

- Le he oído, pero...

- ¿Queréis dejaros de cháchara? - Interrumpió una voz de mujer.

Valdor por su parte había logrado encontrar un mecanismo que permitía la apertura de la losa que cerraba el sarcófago.

- Lissssto. Veamossss que hay en ssssu... ¡Caramba! Esssssto sssi que no lo esssperaba. - Una mueca de medio lado que simulaba una ligera sonrisa se dibujó en el rostro del no-muerto. En el interior de la tumba había un hombre vestido con una túnica de color negro con adornos plateados, y un bastón del mismo color, en cuya parte superior brillaba una extraña gema de color verde. - Esssssto no lo vassss a necesssitar y a mi me ssssalvará de ir enssseñando misssss huesosssss, no queremosssss que una dama me vea assssí y ssssse enamore de mi. Essss hora de que me equipe y me reuna con el capitán.

Valdor se equipó con la toga y aprovechó la luz que desprendía aquel extraño bastón para iluminar algunos de los textos de los pergaminos que había recogido. Mientras leía uno de ellos, alzó la mano, y fue entonces cuando detrás de él se alzó desde el suelo de la cripta un viejo esqueleto armado con un espada oxidada. Skarth vio la sombra que proyectaba la criatura, y a punto estuvo de salir corriendo de aquel lugar, pero la criatura no le atacaba y Valdor pronto se relajó en su posición

- Vaya vaya... assssí que un nigromante, he dado con la cripta de un nigromante. Bien, quizásssss yo pueda prossseguir con tu labor.

Justo en el preciso momento en el que Valdor pronunciaba aquellas palabras, la tormenta de polvo cesó en Höred.

- ¡JA! ¡Por fin ha parado! - sentenció el Capitán Cross.

- Vaya, pensé que no terminaría nunca, pero me sigue pareciendo muy extraño todo esto, quizás deberíamos averiguar que ha sucedido, en estas situaciones siempre me pregunto... ¿qué haría Angelis si estuviera aquí? y creo me diría que lo mejor sería encontrar a los habi...

- Maldita sea Fri, no sé por qué demonios hablas tanto. - fueron las palabras de la chica que se había unido a la pareja formada por Krayten y Friboc.

Y aquellas palabras tenían una explicación, ya que Friboc había interrumpido su disertación en el preciso instante en el que los habitantes de la aldea, convertidos en no-muertos, les rodeaban con intenciones no demasiado amistosas.

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