sábado, 25 de septiembre de 2010

Debrin

Ekryz y su esposa Helina tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Debrin. Su aspecto débil, y la piel clara, resaltaban el color azabache de sus cabellos y sus ojos, negros como la noche sin estrellas; el pequeño contemplaba el nuevo mundo que le rodeaba con mirada despierta y expresiva. Había heredado los rasgos faciales de su padre, pero su constitución no parecía provenir de la familia.


- Un varón, el primer hijo un varón, loados sean los dioses, esto es un buen presagio - fueron las palabras de Ekryz a su esposa que lo contemplaba con una sonrisa en los labios, mientras veía como su esposo balanceaba al pequeño por los aires de un lado a otro.

- Querido, se parece a ti, pero míralo, su piel es muy clara y parece frágil, quizás esté enfermo, deberíamos...

- Tonterías Helina, es un niño sano, míralo como sonríe mientras lo tengo entre mis manos - Ekryz parecía un coloso de piel morena con el bebé en sus manos.

- ¡Padre, padre! Contempla a tu nieto Debrin y heredero de la casa - El anciano miraba al pequeño con una sonrisa en sus labios y en ese momento le hizo entrega de un regalo muy especial. Se trataba de una pequeña gema de color verde esmeralda, que se entregaba a cada uno de los miembros de la familia. La piedra tenía la propiedad de brillar intensamente cuando se acercaba a otra de la misma casa.

- Que esta gema ilumine tus días entre nosotros, pequeño Debrin - Fueron las palabras del anciano.

El tiempo transcurrió, la familia era feliz y pronto se supo que Debrin tendría un hermanito.

Año y medio después de su nacimiento, faltando tres meses para el alumbramiento del segundo heredero de la casa Ekryz, hizo acto de presencia el antiguo enemigo de la familia, un pyromante o mago de fuego, llamado Norkan.

- ¿A qué has venido a nuestras tierras, Norkan?, ¿qué quieres esta vez? que los demonios se lleven tu alma - fueron las palabras de Ekryz, padre de Debrin al mago. Este lo miraba desafiante desde la grupa de su caballo.

- Pronto sabrás que quiero de ti, pronto... - y dicho esto, espoleó a su montura hasta desaparecer entre una extraña niebla.

Una noche más tarde, y valiéndose de oscuras artes, Norkan logró llegar hasta los aposentos donde descansaba el pequeño Debrin. Una sonrisa siniestra se le dibujo en el rostro mientras contemplaba como la indefensa criatura dormía plácidamente en su pequeña cuna. En vez de matar al pequeño, torturaría a su familia con su pérdida. Y así hizo, el pequeño desapareció en brazos del mago en el silencio de una noche de luna llena sin que sus padres pudieran hacer nada por evitarlo.

Grande fue el sufrimiento en la casa, y aunque lo buscaron sin cesar día y noche jamás encontraron al pequeño. Llegaron a sospechar del mago, y muchas veces se enfrentaron a él por dicho motivo, pero jamás cedió en su empeño. Mantuvo oculto su oscuro secreto logrando así su mayor victoria.

Poco tiempo más tarde nació la pequeña Zyrke. Ekryz y Helina decidieron mantener en secreto la pérdida del hermano e igual que hicieron con Debrin, le fue entregada nada más nacer una pequeña gema de color verde esmeralda.

El pequeño creció junto al mago, y a escondidas observaba la magia del pyromante. Era muy listo, y aunque no tenía el don para hacer magia, aprendía a leer de algunos escritos del mago a escondidas. Algo tenía claro, y es que no deseaba vivir para el resto de su vida en aquella apestosa torre, comiendo ratas y bebiendo el agua que el mago tiraba por el suelo tras limpiar sus instrumentos de laboratorio.

Norkan lo trataba no mucho mejor que a un esclavo, lo encerraba en una pequeña celda y lo usaba para hacer algún que otro experimento. Poco a poco le fue marcando en su maltrecho cuerpo algunas runas y tatuajes de artes arcanas que Debrin jamás lograba entender. En su celda muchas veces soñaba con salir de aquel sitio, con escapar, con vivir libre lejos del mago. Harto estaba ya de recibir golpes y castigos fruto del odio que Norkan profesaba a sus padres. Debrin sólo se consideraba una rata más en aquel inmundo agujero.

Así un día, a la edad de 11 años, aprovechando uno de los descuidos del mago, y mientras limpiaba algunas probetas de su laboratorio, le robo una de sus pociones de invisibilidad. Cuando se acercaba la hora de su segunda y última comida del día tomo la poción. Grande fue la sorpresa del mago al ir a llevar la comida a su joven prisionero. Golpeó la puerta dos veces e introdujo la comida por una pequeña ranura, pero no hubo ninguna respuesta del interior. La celda estaba vacía. Fue en el momento en el que Norkan abrió la jaula, enojado cual demonio, para comprobar que Debrin no estaba en su interior. En ese momento el pequeño aprovechó para escabullirse por la espalda del mago y salir corriendo de la torre. Pero antes, se acercó a un cofre, un cofre al que el mago le tenía prohibido el acceso. Estaba abierto, y metiendo sus manos en él, cogió unas monedas, unas ropas y algo que le llamó la atención, una pequeña gema negra, apagada, oscura, triste. El anciano pyromante no se percató de ello hasta que fue demasiado tarde. El niño ya estaba bien lejos de su prisión.

Debrin viajó, conoció muchas tierras y ciudades y en todas ellas tuvo que salir adelante por sus propios medios, robando, engañando y usando su inteligencia para salir indemne de más de un problema. No era demasiado fuerte, pero sí muy ágil y solamente podía contar consigo mismo para sobrevivir.

Sobrevivir era la palabra clave y a la edad de 12 años conoció a Yanu. Una joven que tendría más o menos su misma edad y que como él, no conoció a sus padres. Juntos aprendieron a defenderse, Debrin consiguió un arma, su primer estoque, sustrayéndolo de una herrería mientras Yanu se informaba con el herrero de si para ella era mejor una daga o una espada corta. Fueron días felices para Yanu y Debrin aún en la miseria que les rodeaba. Vivían en oscuros callejones, comían lo que podían conseguir con sus mañas pero siempre solían mantenerse alejados del mundo.

Pero todo lo bueno acaba, y la sociedad con Yanu se truncó el día que llegaron a una pequeña ciudad costera. Tenían hambre y como siempre prepararon un plan para entrar a robar en una pequeña pastelería. Todo iba a la perfección, Yanu distraía a la mujer y Debrin se encargaba de coger algunos pastelillos. Pero la mujer vio las manos de Debrin y antes de que pudieran salir corriendo agarró a la pequeña Yanu. Dos días más tarde, en el muelle, le cortaban la mano a Yanu por ladrona. Debrin no pudo hacer nada, sólo apartar la mirada y llorar en silencio desde debajo de una pequeña barca varada en la orilla como su amiga recibía el castigo.

Todo ocurrió muy rápido, la joven pareja salió de aquella pequeña ciudad y se internó al bosque, la fiebre comenzó a hacer mella en Yanu, pues aunque le habían curado la herida tras la amputación, la gangrena hizo acto de presencia en ella. Fue muy duro para Debrin perder a la única amiga que había tenido, pocos días más tarde, en un pequeño claro del bosque enterraba a su compañera y cómplice de aventuras. Era el lugar perfecto, pensaba Debrin, un lugar hermoso donde su cuerpo podría descansar para siempre. Un lugar hermoso como el que nunca en vida pudo encontrar.

- Aquí los lobos no podrán encontrarte - fueron las únicas palabras que con lágrimas en los ojos pudo Debrin pronunciar en aquel momento. Yanu era para él su familia, la única que había conocido y con que había conocido la felicidad.

Allí quedó Yanu, Debrin recogió sus cosas y con lágrimas aún en sus ojos, dio media vuelta y se alejó de aquel lugar. En ese momento muchos pensamientos corrían por su cabeza, pero se quedó sólo con uno: jamás volvería a sentir algo por nadie, era demasiado doloroso. Aquella misma noche, la aldea costera fue pasto de las llamas, nunca se supo que fue lo que causó aquel terrible incendio.

Dos años más tarde, Debrin se unió a una compañía de feriantes y en ella aprendió el arte del disfraz y de la imitación, a expresarse y a convivir con otras personas, muchos juegos de cartas, dados, y otros juegos de azar con los que entretenía y desplumaba a los incautos que iban a ver sus habilidades. Su carácter cambió, se hizo extrovertido, alegre y pronto se percató que otras personas sólo creen lo que ven aunque sea falso. Y lo más importante, aprendió a esconder sus sentimientos y su verdadera personalidad, a nadie le interesaba quien era Debrin. Al fin y al cabo nadie sabía mucho de él ni por lo que había pasado en su corta vida.

No hace mucho la compañía de feriantes pasó por el cruce de Endar, lugar de encuentro de peregrinos, viajeros y aventureros, cuando algo sucedió. La gema que había cogido del cofre de Norkan comenzó a brillar, ya no era negra sino había tomado una ligera tonalidad verdosa. Al ver esto, Debrin decidió dejar a la compañía y quedarse en el cruce para averiguar algo más sobre la extraña joya, al fin y al cabo tenía ahorradas unas monedas y podría vivir en aquel lugar algún tiempo. Los lugareños se inquietaron al ver llegar a un hombre delgado, cubierto con ropajes negros y una capucha que cubría buena parte de un rostro de rasgos finos que bien podrían pasar por los de una mujer.

Quién sabe hasta donde podrá llegar el joven maestro del disfraz y la mascarada.

2 comentarios:

Percontator dijo...

^-^ Ni se te ocurra dejarnos así, a medias, tunante!!!... :P

Drithyl dijo...

[Zyrke] Y yo sé todo lo que ocurrió después de primera mano. Grandes tiempos aquellos! ;p

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