Siempre he dicho que no nací en este planeta. Algo le debió pasar a la nave que tenía que recogerme, lo cierto es que nunca vino a por mí. Mi nombre es Friboc, y procedo del sector siete, sistema Praxus IV, de Alfa Centauri.
Cada vez que he comentado este hecho, se tomaba de manera jocosa. Básicamente, creo que pensaban que estaba como unas maracas. Pero bueno, esto cambió hace tres días, el momento en el que ellos se presentaron en la puerta de casa.
Había oído hablar de esta gente, hombres embutidos en sus trajes de color negro y corbata, con gafas de sol a juego, aunque fuese de noche. Pensaba que era un cuento para adolescentes. ¡Ay, qué equivocado que estaba!
- Friboc, tienes que acompañarnos. - Me dijo el más alto.
- ¿Eh? ¿Cómo? ¿Quiénes son ustedes?
- Eso poco importa. Hemos encontrado tu nave nodriza. - Tendría que haber sacado una foto de mi cara de asombro en ese momento para la posteridad.
- ¿Mi qué? Creo que se equivocan. Que tengan un buen… - Cuando iba a darles con la puerta en las narices, el tipo que había permanecido en silencio, introdujo el pie entre la hoja de la puerta y su marco. No podía cerrar.
- Mira Friboc, o vienes por las buenas o por las malas, pero al final vas a venir con nosotros. - Volvió a hablar el tipo más alto.
- Vale, está bien, voy a recoger unas cosas y…
- Nada, no vas a necesitar nada - me interrumpió el de la voz cantante - Tendrás todo lo que necesites.
Y nos fuimos. Dejé una nota para que no se preocuparan en casa. Sinceramente, no tenía ni idea de hacia dónde íbamos, pero la ruta me resultaba familiar.
- Hemos llegado - dijo el pico de oro.
- ¿Ya? Pero esto es una residencia para enfermos mentales. ¡Yo no estoy loco!
- Sí, lo sabemos, es una tapadera.
- Ya, tapadera. ¡Quiero regresar a mi casa! - Chillé como una nena.
- Ya estás en casa Friboc, te vas a quedar aquí un tiempo - Me estaba empezando a caer mejor el otro tipo que no decía nunca nada.
A rastras me sacaron del vehículo mientras trataba de zafarme y escapar como me fuese posible. Pero no lo conseguí, y menos después de que saliera un enfermero de dos por dos y me agarrase por las piernas. Estaba inmovilizado, cuando una enfermera me pinchó en el cuello con algo que me provocó un sueño tan pesado que no me permitía ni pensar.
Cuando desperté estaba en el despacho del director del centro, con una camisa de fuerza.
- Saludos Friboc, mi nombre es Benjamín Arquímedes Levingston III - Menudo nombrecito, pensé - quiero que te sientas como en casa, y para ello no hemos escatimado en gastos. No tendrás ya que preocuparte por nada. Esta será tu nueva casa a partir de hoy.
- ¡Quiero volver a mi casa, con mi familia!
- Ya… a Praxus IV, ¿no?, me temo que eso no va a ser posible.
- ¿Pero qué dice? ¡A mi casa en la Calle del Esturión, número 27, 5º derecha! ¿Qué fuman aquí?
- Eso no va a ser posible, verás Friboc…
Y esas fueron las últimas palabras del encantador Benjamín Arquímedes Levingston III. Una explosión hizo brecha en la pared, y un trozo de viga de acero fue a dar contra su cabeza, con tan mala fortuna que se la arrancó de cuajo.
Al otro lado de la humareda me pareció reconocer la figura de una mujer. Casi no veía por el humo, pero si vi cómo pasó corriendo a mi lado y trancaba la puerta del despacho por dentro.
- Vamos Friboc, tenemos que irnos - Dijo la voz de la mujer que había provocado aquel desastre - ¡Espabila, atontado! - Y ahí sí que fue cuando me quedé en shock.
- ¡¿Marta?! ¿Eres tú? - Mi esposa había sido la causante de aquel desaguisado apocalíptico.
- Claro que soy yo. Nos volvemos a Praxus IV. - Y de nuevo mi cara debió ser digna de ser inmortalizada. - Me encargaron la misión de protegerte para que no la liases “demasiado”.
- Pero… pero…
- Deja de balbucear. La nave que te trajo hasta aquí entró en órbita descendente sobre el sol, tuviste suerte de que te lanzaran a este planeta en una cápsula de escape. - Me explicó mientras me soltaba de la camisa de fuerza.
- ¿Entonces era todo cierto?
- Sí mijo, sí. Todito cierto, ¿nos vamos ya?
- Pero, ¿y por qué ahora?
- Te lo contaré en la nave. Pero ahora corre, tenemos que escapar de este sitio. - Hablaba tranquila, mientras que con su arma de plasma iba librándonos de aquellos tipos tan extraños, con trajes de color negro y corbata, con gafas de sol a juego.
- Sí, vámonos.
Hasta siempre... quizá.
-
Por unos u otros motivos cambiamos de vida y de costumbres, en este caso
hace ya tiempo que mi pluma se quedó olvidada en algún cajón.
Quizá un nuevo mundo ...
Hace 12 años
1 comentario:
^-^ Mola mucho. ¡Más, por favor!
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