domingo, 22 de marzo de 2015

Friboc I

Saludos, tras todos estos escritos que habéis leído os estaréis preguntando quien soy. Pues bien, esa pregunta tiene fácil respuesta, mi nombre es Friboc Olavent, de la cuarta generación de Olavent de Magnetionak. Las tres cuentas azules que luzco en mi barba simbolizan las tres generaciones pasadas de mi árbol familiar. Algunos no comprenden esto, pero sin mis antepasados yo no estaría aquí. Les debo mi existencia, y es por ello que les guardo respeto.

Desde que habéis llegado a este mágico lugar habéis estado leyendo todas mis crónicas, y aún faltan más por llegar. Pero bueno, me dejaré de dar rodeos, sino el caballero Kaleb podría aparecer como siempre para tocarme las narices, así que aquí os presento mi historia.

Nací en la capital gnoma de Magnetionak, allí era uno más, un gnomo que intentaba salir adelante trabajando duro todos los días como limpiador de golems. Ya veis, pese a pertenecer a una de las familias más antiguas, no me consideraban lo suficientemente importante para cuidarlos y mucho menos para crearlos, resumiendo me tocaba limpiar las creaciones de otros.

Al tener un trabajo con tareas claramente definidas a lo largo de la jornada, pude dedicarme a mi gran afición: la magia, cada vez que podía iba a la biblioteca de Magnetionak. Allí aprendí conocimientos básicos de magia, bueno, según dicen la magia en los gnomos es algo que se lleva en la sangre. Yo la verdad comienzo a dudarlo. Durante ese tiempo también aprendí algunas lenguas, en total domino 4, común, élfico, gnomo y dracónico. Todas ellas con fluidez. Y me dedique a estudiar la historia de las razas de Delandhur. Me gustan las historias de los elfos, son tan... no encuentro palabras, tan... fascinantes.

Cierto día, un día como otro normal y corriente me encontraba limpiando un gólem, concretamente la parte más alta de su cabeza donde se encaja una piedra de gel rojo que permite... vale, vale, ya me estoy yendo por las ramas, explicaré el funcionamiento de los golems en un anexo, que sino esta breve presentación podría hacerse no tan breve. Como iba diciendo, la noche antes no había dormido apenas casi nada repasando algunos libros de magia, lo que provocó que con el agotamiento que llevaba acumulado mi pie resbalara y... uf, me duele nada más pensarlo. Caí desde todo lo alto, y mi cabeza golpeó contra algo contundente lo que provocó que perdiera la conciencia. Cuando desperté
me encontré en una ciudad enana. Posteriormente me enteraría que aquella ciudad se llamaba Roca Roja. Al parecer, tras mi caída, y viendo que no despertaba, decidieron enviarme a la ciudad enana donde habían unos sacerdotes que podrían sanarme, nosotros no creemos demasiado en sacerdotes y dioses, la verdad es que preferimos creer en aquello que podemos tocar.

En fin, supongo que sería cosa de la gran máquina, mi hora no había llegado aún ya que cuando desperté en Roca Roja me dieron la amarga noticia de que la ciudad de Magnetionak había sido arrasada por criaturas de las sombras. En ese momento supe que tanto mi mujer como mi hija se habían unido a mis antepasados en la gran máquina.

Tras el luto decidí ponerme en marcha, ya no había obligaciones ni tareas de limpieza, sólo podía hacer una cosa, retomar mis estudios de magia y aquí estoy. Cinco años han pasado desde que desperté aquel amargo día. Tengo que agradecer al clan de Pheldynn Barba Roja su hospitalidad ya que desde un primer momento me ofrecieron su hogar y todos sus recursos para que avanzara en mis estudios. Aquí algunos ya me llaman mago, y aunque aún me falta mucho he decidido que voy a encontrar la forma de recuperar Magnetionak, aunque sea lo último que haga.

También he pesado que quizás, cuando sea mas poderoso, si es que lo consigo, podría formar una escuela de magia para aquellos que llegan como yo, por accidente, o que están despistados en un mundo distinto al que ellos conocen.

Bueno, y no puedo olvidarme de Narin, mi amigo de otro plano. Algunos le llaman demonio. Bueno, sí, su aspecto no es demasiado común, pero el mal no habita en su corazón, tampoco el bien como un paladín quizás pueda llegarlo a entender. Narin solo es... existe y con eso ya se siente contento.

Fue curioso como apareció. Un día estaba leyendo unos libros de magia arcana y pronuncié mal un conjuro. Sí, me equivoque, no soy perfecto, hasta los gnomos se equivocan, pero un gnomo jamás reconocerá haber dicho algo así. Lo cierto es que mi error provocó que una bola de otro plano apareció sobre la mesa en la que tenía el libro. Era una esfera perfecta, cuando la toque estaba helada, era una esfera de hielo. Al principio pensé que se trataba de un efecto de un conjuro de congelación, pero no, resulto ser un huevo. Tampoco sabía que estas criaturas nacieran de huevos. Lo cierto es que desde su nacimiento Narin siempre me acompaña. Esté o no conmigo, siempre está ahí para acudir a mi llamada y rescatarme de los problemas en los que me meto.

Hace poco he conocido al Capitán Cross y su tripulación, creo que me vendrá bien su ayuda, es un hombre de mundo y mantiene contactos en diferentes rutas de comercio marítimo. Cuando vuelva a Magnetionak necesitaré de materiales para devolver a la ciudad su antiguo esplendor. Espero que las criaturas de las sombras no la hayan destrozado demasiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario